Entre los años 1919 y 1925 surgiría una estrecha relación entre el referente de la arquitectura regionalista sevillana por excelencia, creador del diseño de la Plaza de España entre otros muchos emblemas de la ciudad, y el entonces Centro Mercantil, institución que confió en Aníbal González para la remodelación de su sede social de Sierpes.
La calle Sierpes y el Círculo Mercantil se encuentran unidos desde el año de 1886. En un primer momento se arrendaría la casa de los números 46-48 y Tetuán, 9, hasta que ya en 1900 se instalaría definitivamente en calle Sierpes, 65. De esta manera, se dejaba atrás su sede original de la calle Cunas, 68 en la esquina de la Plaza del Salvador.
Y es que la gran aspiración del Centro Mercantil al final del siglo fue sin duda la adquisición de un nuevo local social, en que pudiera caber y desarrollar todas las aspiraciones del Centro Comercial de Sevilla. De esta manera, en la Junta Ordinaria de 29 de junio de 1900, la Junta Directiva bajo la presidencia de José Montes Sierra pediría la autorización pertinente a los socios reunidos para poder llevar a cabo cuántas gestiones conviniera. Curiosamente, uno de los socios que más defendería el proyecto presentado por la Junta sería el arquitecto Juan Talavera, socio del Mercantil, que pediría el correspondiente voto de confianza a la Junta Directiva. De esta manera, se acordó tomar en arrendamiento o compra, un nuevo local para la instalación de la Sociedad, en el modo y forma que estime más conveniente, realizando por cuenta de la Sociedad, cuantas obras y mejoras parezcan oportunos para adaptar el edificio que obtengan a las necesidades sociales (Junta General Ordinaria de 29 de junio de 1900). Curiosamente no consta en acta el día exacto en que se instaló el Mercantil en su nueva sede social, aunque sin ninguna duda tuvo que ser un buen acontecimiento que impregnaría de expectación a los socios. Se trataba de un amplio caserón propiedad de Ignacio Sanz Valdecantos (+1939), un joven pastor soriano que a su vez lo había adquirido de Miguel Álava, y que detrás de ella se encuentra una de esas historias que guardan las leyendas de Sevilla.
El estado de conservación del local era pésimo, como así lo precisaba Montes Sierra al señalar que el edificio que ocupa esta Sociedad no reúne todas las condiciones de un buen confort, pero que no todo puede realizarse al deseo y placer de cada uno. Recordó el estado en que se encontraba la antigua sede cuando tenía su residencia en la calle de la Cuna, (…) si hoy no llenan los deseos y aspiraciones de todos los socios. Incluso en la propia Junta General ordinaria, algunos socios achacaron al propio Montes Sierra del traslado del inmueble, en la que consta textualmente por la forma que se había hecho no era la más adecuada, que no debía de ejecutarse en lo sucesivo más obras que las propias de consolidación, y que no se debía la implantación de ninguna reforma que produjeran gastos de relativa importancia, entre ellas la construcción de la fachada. No tenemos constancia documental de la construcción de una nueva fachada del local, aunque el propio presidente lo desmiente al responder que nadie ha hablado de obras y menos de fachada que, si en alguna ocasión se había insinuado algo de esto, es por virtud de compromiso contratado con el dueño de la casa, al que había que agradecerle que no exigiera su cumplimiento (Junta General Ordinaria de 1905).
El gran problema que tuvo que contar el Mercantil fueron las condiciones de arrendamiento que fueron impuestas por el propio dueño del inmueble. Incluso algunos socios solicitaron en la Junta General Ordinaria del 30 de junio de 1912, la adquisición definitiva del local en propiedad, la manera de llevar a la realidad el deseo en todos constantemente expuestos de adquirir un local en propiedad para establecer las dependencias de nuestra Sociedad. El presidente Montes Sierra notificó que no había sido falta de interés el adquirir el local, sino que la causa única era la falta de un local adecuado que nos sería muy difícil adquirir si como pretendemos y necesitamos ha de ser en el corto radio de las calles Sierpes y Tetuán, pues si nos separáramos un poco de estas calles, no tendríamos ninguna dificultad para realizarlo. Se mostró partidario de la adquisición de un nuevo local, por lo que pidió a los socios la autorización correspondiente para que la Junta Directiva pudiera hacer las gestiones necesarias, sin necesidad de recurrir a otra Junta General. Sin embargo, no cuajó la proposición, por lo que en el propio año de 1913 la Junta Directiva solicitó al propietario Ignacio Sanz la prórroga del contrato de arrendamiento por un año (Junta Directiva 14 de octubre de 1912, p.48), aceptando unos meses después (Junta Directiva, 9 de diciembre de 1912, p.49). En la Junta General de 28 de diciembre de 1913 algunos socios siguieron sugiriendo que la Junta Directiva hiciera gestiones para que fuera adquirida en propiedad la sede social pertinente. El presidente volvió a subrayar su intención e interés en la adquisición de un local propio para esta Sociedad, informando incluso de las distintas ofertas que habían realizados a algunos propietarios en el ámbito espacial entre Tetuán y Sierpes en que estaban situados. Incluso cita en el acta que se había instado por parte de algunos socios que se gestionase un local sobre un edificio que en la actualidad se estaba derribando. No hemos podido identificar el edificio al que hace referencia el socio. Una vez más la propuesta de adquisición de una nueva sede social no cuajaría. En los años sucesivos al inmueble se le irían haciendo obras de reformas y adaptación, como fue el caso de la portería consistente en establecer dos salones de recreos, el traslado de la escalera, y colocar en el centro del patio un piso de cristal a nivel del primer entresuelo (Junta Directiva de 30 de noviembre de 1916, p.111) o reformas en el salón de los billares, el vestíbulo o el salón de dominó (Junta General Ordinaria de 30 de diciembre de 1917). No consta en acta el arquitecto que fue el encargado de hacer estas obras de reforma, aunque suponemos que pudiera ser el joven Aníbal González. Lo que es una realidad es que Montes Sierra no pudo apreciar las reformas definitivas del inmueble, ya que moriría hacia el año 1918.
Sería su sucesor, Augusto Peyré del que hablamos en anteriores capítulos, el verdadero impulsor del edificio, ya que desde el inicio de su mandato en 1919, convirtió la reforma del local en uno de los objetivo de la Junta Directiva, para lo que se destinó un presupuesto extraordinario que hiciera frente a los gastos de las obras proyectadas en el vestíbulo, pidiendo los socios la ampliación de las obras en otros espacios del local social, particularmente al patio interior, por lo que se concedió una amplia autorización a la Junta Directiva para que contratase con el propietario y desenvolviese su gestión en la forma que a su juicio mejor conviniese a los intereses de la Sociedad (Junta General Ordinaria, 29 de junio de 1919, pp.261-262). Nuevamente, a finales de 1919 se informaba de la prolongación de actuaciones en el local, en la que el presidente pidió autorización a la Junta General para gastar hasta 50.000 pesetas para amueblar los nuevos locales con que se iba a ampliar el Centro, y para arreglo general del mismo (Junta General Ordinaria, 28 de diciembre de 1919, p.264). Incluimos como anécdota la autorización por parte del propietario del corte de dos árboles que entorpecía el uso del segundo patio (Junta Directiva de 15 de mayo de 1919, p.231). Y ya sabemos con precisión que el proyecto de remodelación contaría con la intervención de un arquitecto que poco a poco se había ido consagrando en Sevilla, Aníbal González, ya que en 1911 le había sido adjudicado el cargo de director de las obras de la muestra de la Exposición Iberoamericana. A comienzo de siglo, entre 1901 y 1907, se había ido desarrollando una interesante arquitectura modernista, como el precioso edificio que hoy se conserva en la calle Alfonso XII, 27-29, entre 1905 y 1906 o el entonces famoso Café París de 1906. La irrupción del estilo regionalista en la arquitectura hispalense que poco a poco fue imponiendo Aníbal, no quedaría ajeno a la reforma que comenzaría a plasmarse en el edificio del Mercantil, que no era ni más ni menos que una proyección del estilo que comenzaba a imperar en Sevilla desde los primeros años del siglo XX hasta la propia Exposición Iberoamericana.
Lo que podemos certificar por la lectura de las actas es que Aníbal González presentaría el 31 de julio de 1919 el proyecto de reforma y ampliación del local, concretamente de las casas número 10, 11 y 12 de la calle Mozas (hoy Manuel Moreno López). Conocemos incluso el presupuesto acordado, que sería Obras, 97.399,75 pesetas; Decoración Interior, 20.989,50; Reforma del vestíbulo de entrada por calle Sierpes, cerramiento del pequeño patio y supresión de la escalera de caracol, 850 pesetas. Se acordó que el propietario, Ignacio Sanz, costearía toda la obra, mediante un incremento de la renta, acordándose que el Centro seguiría pagando la renta de 2.000 pesetas anuales, hasta principio de enero, y a partir del mes siguiente, 85 pesetas diarias, o sea 2.585 pesetas mensuales. En ese concepto de ochenta y cinco pesetas diarias se incluirían las reparaciones mayores y menores, que serían de cuenta del propietario (Junta Directiva de 31 de julio de 1919, p.241). Al mismo tiempo, se reformaría el vestíbulo de entrada de la calle Sierpes, añadiéndole una solería de mármol cuyo coste asumió el propietario, aunque el Mercantil aportó 250 pesetas (Junta Directiva de 23 de octubre de 1919, p.251), a la que se le añadiría una vitrina para que se colocasen las cartas que recibían los socios en la sede local, así como una reforma en la portería de la calle Monardes para dedicarla al servicio de carruajes del Centro (Junta Directiva de 6 de noviembre de 1919, p.253), así como se acordó instalar una puerta en el hueco del patio por el vestíbulo de la calle Monardes (Junta Directiva de 2 de enero de 1920, p.261). Curiosamente la red de agua que suministraba al Mercantil seguía siendo de los Caños de Carmona, como podemos comprobar en el acuerdo que se llevó con el propietario para la construcción de un aljibe con su bomba motor para recoger el agua de la antigua construcción almohade que seguía en uso en la ciudad (Junta Directiva de 5 de febrero de 1920, p.266).
Una de las remodelaciones más importante del inmueble fue la habilitación del segundo piso de la calle Sierpes, bajo la dirección del arquitecto Aníbal González, informando el presidente en la Junta Directiva de la conveniencia de utilizar varias habitaciones actualmente ocupadas con muebles usados y domicilio del conserje, en las cuales mediante un arreglo se podrían instalar las clases, dándoles entrada por una escalera independiente, que se podría hacer a continuación de la escalera principal trasladándose las habitaciones del conserje al segundo piso de la casa nueva de la calle Mozas, actualmente en construcción (Junta Directiva de 27 de enero de 1921, p.322). A ellos se le uniría la instalación de un salón de operaciones mercantiles, en la que se incluyera una Bolsa de Contratación en el salón bajo, cuya obra está próximo a terminarse (Junta Directiva de 25 de marzo de 1921, p.339).
Sin embargo, el proyecto más ambicioso fue el proyecto de exorno del patio y vestíbulo de la calle Sierpes (Junta Directiva de 7 de abril de 1921, p.342). El 2 de junio de 1921 se daría lectura de la Memoria y los planos que el arquitecto Aníbal González sobre la reforma del local comprendiéndose entre otras intervenciones el decorado y exorno del patio central y vestíbulo de la calle Sierpes, la instalación del servicio de baños, urinarios y retretes en la parte del local del piso principal ocupado actualmente por la repostería, y la habitación del piso segundo de calle Sierpes para las clases de idiomas y contabilidad, construyéndose una nueva escalera a continuación de la principal. La Junta Directiva aprobó en principio dicho proyecto con alguna ligera observación respecto de la posibilidad de conservar el actual artesonado del vestíbulo, decorándolo nuevamente, conservar también el alicatado de dicho vestíbulo, y omitir algunas de las reformas que se proponen en el patio; todo lo cual contribuirá a rebajar el coste de la obra y, asimismo, consultar si sería posible ampliar a cuatro el número de cuartos de baños, en lugar de dos, como se proponen en el proyecto. Fue acordado que, una vez obtenida la conformidad del arquitecto sobre dichas variaciones, se sometieran todos los proyectos a la aprobación de la Junta General del 26 de junio (Junta Directiva del 2 de junio de 1921, p.366).
Las obras de adecentamiento del inmueble prosiguieron a un ritmo frenético, con la pintura del salón de la planta principal por la calle Manuel Moreno López y escalera de entrada por la misma calle, adjudicándose a Juan Fernández Pineda con un coste de 600 pesetas. A ello se uniría el arreglo de los muebles, que en ese momento se encontraban en el vestíbulo de la calle Sierpes, y que pasarían al salón bajo de la calle Manuel Moreno López, y se solicitarían muestras y precios de alfombras para el patio y vestíbulo de calle Sierpes a las casas almacenistas que trabajan el artículo.). En la Junta Directiva siguiente, celebrada el 16 de junio de 1921, se siguieron acordando medidas de reformas de la sede social, como fue la reforma en el salón alto que está sobre los billares, consistente, en quitar la baranda del hueco del patio y poner un piso de baldosa de vidrio que, sin tapar por completo la luz a los billares, deje el salón todo corrido y poder utilizarlo más adelante como salón de actos (Junta Directiva de 16 de junio de 1921, p.370). En la Junta General Ordinaria del 26 de junio de 1921, se aprobaría el presupuesto extraordinario para las obras adicionales de reforma del local y las modificaciones del contrato de arrendamiento con el incremento de las rentas, en la forma convenida por la Directiva (Junta General Ordinaria del 26 de junio de 1921, p.289). Unos días después, el presidente informaría a la Junta Directiva de haberse firmado la escritura adicional al contrato de arrendamiento del local, por lo que se pagaría 120 pesetas diario de alquiler y el propietario, Ignacio Sanz Valdecantos, habría entregado la cantidad de 20.000 pesetas para ayudar a los gastos de la obra de reforma del local (Junta Directiva de 21 de julio de 1921, p.384).
Los trabajos de pintura de las distintas estancias del Centro Mercantil continuarían, en la que incluía la fachada de la calle Sierpes, el salón de actos y las galerías del piso principal, así como la adquisición de las nuevas puertas de la calle Manuel Moreno López, con las mamparas de cristales de entrada al salón del piso bajo, y dada el ritmo de urgencia con que se quería culminar la obra no se realizó concurso, siendo designado Manuel Oñoro y Francisco López Borda. Sería en este mismo mes cuando Aníbal González presentaría la Junta los dibujos de los faroles para el patio y los aparatos y apliques para el salón de la calle Sierpes (Junta Directiva de 25 de agosto de 1921, pp.396-397), por lo que se convocaría un concurso para su realización, siendo designado Fidel Cábrera, con un coste de 275 pesetas cada uno de los cuatro de los faroles y 200 pesetas cada uno de los ocho apliques (Junta Directiva de 5 de septiembre de 1921, p.399). Las farolas que habían sido diseñadas por Aníbal González resultaron de tamaño excesivo, para las proporciones del salón a las que iban destinadas, por cuyo motivo, de común acuerdo con dicha casa constructora, se resolvió dejarlas de su cuenta y que construyeran otras nuevas sobre la base del mismo dibujo, y con reducción de tamaño y que procurasen tenerlas terminadas en el plazo más breve posible (Junta Directiva de 24 de octubre de 1921, p.10). Los trabajos del inmueble proseguirían en años sucesivos, ya que todavía tenemos constancia de su intervención en 1925, en la instalación de la calefacción bajo su dirección técnica, encargándose de inspeccionar la instalación, el certificado de su estado y su funcionamiento (Junta Directiva de 16 de enero de 1925, p.328).
El 31 de mayo de 1929 moriría el gran arquitecto que no solamente dejó una huella en la ciudad de Sevilla, sino en la propia historia del Mercantil, al haber dejado su impronta personal en una institución que se había convertido en una de las más importantes de la sociedad sevillana en los años anteriores a la Exposición Iberoamericana. Y es que no todas las instituciones sociales pudieron contar con un arquitecto de su talla.
José Fernando Gabardón de la Banda
Profesor de la Fundación CEU ANDALUCIA
Doctor en Historia del Arte y Derecho