El sábado pasado nuestros socios disfrutaron esta ruta donde hubo anécdota animal protagonizada por rebaño de cabras, y en la que como es habitual no faltaron los paisajes de ensueño, regalo de la naturaleza.
Como cada mes, contamos con la colaboración de José “Tato” que nos cuenta a través de las siguientes líneas la experiencia vivida por los socios senderistas en la última ruta de abril:
Salimos del mercantil a las 8 puesto que la ruta se desarrolla cerca de Sevilla. Con idea de hacer el desayuno ya en la propia cantina, antes de empezar a andar. Faltaba solventar la duda de si el conductor del autobús, Santi, se animaría a bajar el vehículo por las fuertes pendientes y curvas de la Culebra hasta la propia cantina, o tendríamos que llegar allí caminando, con lo que se aumentaría la ruta en 3 km de ida y otros 3 de vuelta. Sin problema, Santi más parece conductor de todoterreno que de autobús y se anima con todo, yendo siempre sobre seguro.
Desayunamos en la cantina y comenzamos la ruta directamente desde allí. Bajamos un empinado sendero hasta la orilla del embalse de Gergal, donde encontramos la traza de la antigua vía del tren minero de Cala, y la continuamos hacia el sur, siempre a la orilla del agua y rodeados en todo momento de una increíble variedad de flores de todos los colores. Pasamos zonas de trinchera y un oscuro túnel y así llegamos al punto en el que la vía que va bajando, como lo hacía el río Ribera de Huelva antes de construir el embalse, es tragada por éste, ya que el nivel de la superficie es constante.
Aquí tuvimos que dar marcha atrás hasta un escondido sendero que comunicaba con un cortafuegos que nos permitió acceder a la Ruta del Agua , donde se encuentra la Cantina.
Llegados a esta y aún temprano para comer, hubo quien sugirió andar algo más, ante lo que propuse bajar a la presa y así pillar el bocata a buena hora. Así se hizo y llegados definitivamente a las mesas de merendero en la ladera bajo la venta nos pusimos a ello.
Los que nos quedamos allí, que seríamos la mitad ocupamos dos mesas; la mayoría con comida de casa y alguno con platos del bar, o un café.
Y ocurrió que de los cercados de animales que tienen por allí al lado, empezó a salir un rebaño de cabras que el cabrero guiaba hacia el agua. Las miramos un momento y seguimos a lo nuestro. ¡Gran error! De repente, me giré y tenía la cara de una de ellas justo a 5 cm de la mía. Además, mirando la manzana que yo me estaba comiendo, y al momento siguiente me veía intentando apartarla a manotazos mientras ella intentaba morder una y otra vez. Mientras, claro, el resto de la gente se reía de buena gana. Hasta que harta de no conseguir mi fruta, decidió pasar a mayores y se fue directa a la mesa donde, lametón por aquí, lametón por allá, la tomó con la tapa de uno y el café de otro. Aquí las risas ya nos hacían casi caer del banco; hasta que, en vista de que no era suficiente, saltó sobre la mesa y allí decidió que el pan de la cesta era para ella. Más tarde nos dimos cuenta de que nadie, con la sorpresa y las risas se había acordado de hacerle un vídeo.
Fue cuando empezaron a salir enormes cerdos y a acercarse también, que decidimos que era buen momento para irse al autobús. Con éste y el buen sabor de boca de un día tan bueno, terminamos llegando al Mercantil a las 4 de la tarde